J. Salvador
Marte ha sido el primero, y hasta ahora único planeta donde se han llevado a cabo experimentos biológicos para intentar saber sin incertidumbre si la vida está presente o no. Lamentablemente, las incertidumbres son mucho mayores de lo esperado, y en el momento actual, un cuarto de siglo después del aterrizaje de la sondas Viking, que transportaban instrumentos biológicos para la detección de vida, no hay ninguna certeza de la validez de los experimentos. Algunos creen que dieron resultado positivo, otros, por el contrario, opinan que no hallaron rasgo alguno de vida.
Tal
confusión ensombrece la gigantesca cantidad de datos, mediciones y análisis
que efectuaron las sondas Viking en su periplo desde lo alto y por la accidentada
superficie de Marte y vayamos un poco más despacio y veamos someramente
algunos aspectos de la misión Viking y de los resultados que ésta
produjo.
El planeta Marte ha sido, desde siempre, el más adecuado para
buscar posibles microorganismos, organismos mayores y más complejos actuales
y pasados y (antes de la exploración por sondas espaciales) era también
el centro de las especulaciones sobre la existencia de civilizaciones tecnológicamente
avanzadas. Y lo es porque tanto Mercurio como Venus son muy calientes (alrededor
de 350ºC y 480ºC, respectivamente). No es muy probable encontrar allí
signos de vida. Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno son gigantes gaseosos,
en los que, aunque no se puede descartar por completo, las posibilidades son escasas
(algunos investigadores imaginaron, no obstante, algunas formas de vida curiosas
entre las nubes jovianas). Más interesantes son las lunas de algunos de
estos grandes planetas (Europa y Ganímedes en Júpiter, Titán
en Saturno e incluso Tritón en Neptuno). Pero, además de por cercanía
(menos de cien millones de kilómetros nos separan del planeta rojo), Marte
es muy similar a la Tierra. No está ni muy cerca ni muy lejos del Sol (lo
que le permite mantener una temperatura agradable, no muy alta pero tampoco extremadamente
gélida). El área de superficie marciana es idéntica a la
terrestre (porque si bien Marte es casi la mitad de pequeño que nuestro
planeta, su superficie no tiene océanos, por lo menos actualmente); la
gravedad es ½ la terrestre (algo que imposibilita una atmósfera
muy densa, aunque sí tiene una tenue), gira en poco más de un día
(muy similar a la Tierra, por tanto) y el periodo de revolución alrededor
del Sol es menos del doble del de la Tierra.
Por
consiguiente, a Marte se le considera como idóneo para encontrar algún
tipo de vida, y a lo largo y ancho de los siglos se le ha venido observando con
pasión a través del telescopio. De hecho, a veces la pasión
se desborda (como le ocurrió a Percival Lowell) y es posible ver cosas
que no existen, o bien reales pero hasta cierto punto (un canal aquí y
otro allá, pero no cientos como dibujó Lowell).
Numerosas sondas
fueron lanzadas (tanto por los EE.UU como por la antigua URSS) en dirección
al planeta rojo desde épocas tan tempranas como 1960. Pero los fallos eran
continuos (cinco intentos rusos fracasados y uno estadounidense), hasta que la
nave Mariner 4 fotografió en dos decenas de imágenes el 1% de la
superficie de Marte. Las sucesivas Mariner 6 y 7 obtuvieron una visión
más completa del planeta, pero la información realmente valiosa
llegó con la puesta en órbita de dos naves soviéticas (Mars
2 y Mars 3) y una estadounidense (Mariner 9) alrededor de Marte en 1971. Las sondas
de la URSS no tuvieron mucha fortuna al llegar a su destino, pues se había
desatado en Marte una violenta tormenta que obstaculizaba mucho la observación
de rasgos superficiales, aunque ciertamente consiguieron algunos datos de interés
en forma de mediciones de la presión y la temperatura. Por su parte, la
Mariner 9 logró tomar muchos miles de imágenes de la superficie
del planeta, lo que provocó inmediatamente que nuestra visión de
Marte cambiase para siempre. El planeta rojo empezó a desvelar sus misterios,
y los científicos se encontraron con un cuerpo sumamente interesante desde
el punto de vista geológico. En base al aluvión de datos que suministraba
la Mariner 9, se evidenció que Marte no era un cuerpo tan apropiado para
la vida como hasta el momento se pensaba (la sonda Mariner 4 ya reveló
algo al respecto), pero quedaba un resquicio de duda porque no había forma
de saber con seguridad la esterilidad de Marte, a no ser que se enviase una nave
espacial que aterrizase directamente sobre la superficie del planeta y efectuara
algunos experimentos que resolvieran el enigma.
Las dos sondas Viking, lanzadas
el 20 de agosto y el 9 de septiembre, respectivamente, estaban formadas por el
orbiter, el módulo que daría vueltas alrededor de Marte, trazando
un mapa completo de su superficie, y el lander, un módulo de aterrizaje,
que se posaría entre las rocas marcianas para realizar mediciones. En el
orbiter iban instalados tres tipos de instrumentos: dos cámaras de televisión
para la obtención de imágenes, un revelador y un radiómetro
infrarrojo, que mediría las temperaturas registradas en distintos puntos
de Marte. Por su parte, los lander incluían un arsenal de instrumentos
científicos muy variado: dos cámaras de televisión, un sismómetro,
una estación meteorológica, dos analizadores, un brazo mecánico
extensible para obtener muestras del suelo y un laboratorio biológico para
analizar estas muestras.
Representación esquemática del experimento de trasnferencia de gases llevado a cabo por la sonda Viking en Marte a lo largo de un periodo de unos 200 días. |
La Viking 1 entraba en órbita marciana el 19 de junio de 1976. Tomó
algunas fotografías de la zona donde debía amartizar el lander,
que resultó no ser totalmente adecuada, porque estaba llena de bloques
de roca y agujeros. Finalmente, se cambió, aunque seguía dentro
de la región de Chryse Planitia, de terreno suave. El aterrizaje tuvo lugar
a unos cuántos centenares de kilómetros del punto previsto (de hecho,
a más de 700 kilómetros). La sonda gemela Viking 2, entró
en órbita alrededor del planeta rojo el 7 de agosto. Aún habría
más dificultades para determinar el punto de amartizaje del lander de la
Viking 2. Se escudriñaron hasta 800 lugares alternativos, pero estaba claro
que debía estar entre los 40º y los 50º norte, porque la abundancia
de vapor de agua a esas zonas atmosféricas aumentaba la posibilidad de
encontrar signos de vida, pues el agua es un elemento muy importante en la biología
terrestre y, por tanto, era probable que también lo fuera en la marciana,
caso de haberla. Aterrizó en una zona de la planicie Utopia.
El objetivo
más importante de las sondas Viking era poder determinar la presencia de
microorganismos o bien los precursores moleculares de la vida. Los orbiter podían
tomar fotografías de gran resolución que podrían proporcionar
vistas detalladas de posibles ciudades marcianas, sus carreteras o, por la noche,
los destellos de luz que se suponía emitirían dichas ciudades. Pero
todo esto era especulación y como se reveló después, no había
en Marte prácticamente nada que a primera vista pudiera ser identificado
como estructuras artificiales. La famosa cara de Cydonia, por ejemplo, formación
que con las fotografías del Viking aparecía como un rostro humano,
ha resultado ser un monte isla, o sea, un elevación que destaca en una
llanura porque el resto de la meseta se ha aplanado a consecuencia de la erosión.
Algunos otros rasgos significativos eran las supuestas pirámides de Elysium,
que semejan más bien una montaña. Y hay, además, otros accidentes
que de momento no tienen explicación (simplemente porque no hay equivalente
en la Tierra). Pero eso no implica que sean producto de manufactureros marcianos.
Por tanto, lo más conveniente era realizar experimentos directamente en
la superficie del planeta en busca de organismos de alguna clase. Los dos lander
estaban situados a 6.460 kilómetros uno del otro, en zonas no excesivamente
interesantes. Primeramente, los lander obtuvieron algunas imágenes de la
zona en la que se encontraban, en las que no aparecía ningún indicio
de vida claramente observable. El terreno era, no obstante, similar al terrestre,
casi idéntico al de un desierto rocoso como los que se pueden encontrar
fácilmente en nuestro planeta (Carl Sagan comenta en su libro Cosmos, que
le "hubiera sorprendido ver a un explorador canoso surgir de detrás
de una duna, conduciendo su mula, pero al mismo tiempo la idea no parecía
descabellada"). Y en los desiertos hay algunas formas de vida evolucionadas,
por consiguiente no era absurdo creer en la posible existencia de organismos marcianos
en esas condiciones.
Esquema que
muestra el experimento de liberacion por pirolisis efectuado por las Viking |
Esquema simple del experimento de emision radiactiva
|
Después de echar
un vistazo al terreno que pisaban, se procedió a realizar los tan esperados
experimentos exobiológicos en Marte. La finalidad de éstos era saber
si la materia que cubría la superficie del planeta interaccionaba de la
forma previsible a cómo lo haría la propia vida. Gracias al brazo
robot que ambos lander poseían, pudieron tomar muestras, desplazando las
rocas de la superficie para dejar expuestas las que no habían recibido
la radiación ultravioleta. Acto seguido eran depositadas en el instrumento
biológico (Biology Instrument), donde se realizarían tres tipos
de pruebas. Asimismo, el espectrógrafo de masas efectuaría otra
prueba más. En total, cuatro experimentos sobre (la posible) biología
marciana. Son éstos:
1)- Pyroltic Release Experiment, o experimento de liberación por pirólisis, que consistía en intentar encontrar procesos de fotosíntesis en las bacterias marcianas. Una pequeña muestra de suelo marciano era introducido en una minúscula cápsula herméticas, incubándola durante 120 horas en monóxido y dióxido de carbono. Se encendía entonces una fuente de luz idéntica a la solar en Marte (exceptuando los dañinos rayos ultravioleta); los microorganismos marcianos tenían que utilizarla para transformar los óxidos de carbono en moléculas orgánicas. Pasadas esas 120 horas, el suelo era calentado para liberar los microorganismos y los compuestos orgánicos producidos. La intención era ver si los posibles organismos de Marte creaban materia orgánica a partir de las condiciones atmosféricos proporcionadas por la cápsula artificial. Y en efecto, éstos gases atmosféricos se combinaron con el suelo. Parece ser que había algo en la superficie del planeta que había utilizado el carbono de la atmósfera falsa para producir moléculas orgánicas. Este primer experimento se reprodujo en otras condiciones de humedad e iluminación (hasta siete veces) y en dos lugares separados más de 5.000 kilómetros, y en todas estos casos el resultado fue positivo. En la figura tenemos una representación esquemática del experimento de liberación por pirólisis.
2)- Labeled Release Experiment, o experimento de emisión radiactiva. Su principal objetivo era constatar si los posibles organismos de Marte eran capaces de desprender CO2 cuando comían, algo que efectúan los animales terrestres. Si algo en la superficie marciana también lo hacía, tendríamos pues una prueba de gran valor a favor de la vida en ese planeta. En la figura 2 tenemos un esquema simple del experimento de emisión radiactiva.
3)-
Gaz Exchange Experiment, o experimento de intercambio de gases. Fue el experimento
de mayor duración de los que se realizaron, pues se prolongó varias
semanas (en particular, unos 200 días). Su misión era medir las
posibles variaciones en las tasas de oxígeno, carbono, nitrógeno
o metano en la atmósfera de Marte como consecuencia de los gases que liberarían
los posibles organismos del planeta al proporcionarle alimento. Un cromatógrafo
era el encargado de medir estos cambios minúsculos en la composición
atmosférica justo por encima de la Viking.
Por último, hay
que citar también el experimento que utilizó el espectrógrafo
de masas de la sonda, empleado para buscar indicios de biología marciana.
Lo que se hizo fue intentar analizar las moléculas orgánicas que
se creía existían en la atmósfera del planeta. Se conectaba
el espectrógrafo de masas a un recipiente que guardaba una muestra de suelo
y se calentaba a una temperatura entre los 200 y los 500ºC. El detector debería
haber captado la expulsión de gases debido a las eventuales moléculas
orgánicas de la muestra al ser éstas chamuscadas.
Por tanto,
los científicos disponían de una amplia batería de experimentos
biológicos para poder determinar, por su acción directa o indirecta,
la presencia en el planeta Marte tanto de pequeños microorganismos como
de moléculas orgánicas. Era el momento de analizar los resultados
obtenidos y extraer las conclusiones oportunas, si es que las había.
La inicial alegría y exaltación de los científicos de la
NASA, pues juzgaban como positivos dos de los tres experimentos principales, fue
decayendo poco a poco, hasta pasar al bando opuesto: decepción y tristeza.
Brazo Robot, para penetrar en la superficie marciana
y recoger muestras |
Tanto el
experimento de liberación por pirólisis como el de emisión
radiactiva dieron resultados que se interpretaron como positivos (ambos producieron
emanaciones de CO2). Pero en el primer caso cuando se intentó repetir el
proceso el resultado fue negativo. Por su parte, la emisión del dióxido
de carbono no siguió durante mucho tiempo, como si los supuestos microbios
marcianos se hubieran "hinchado" de comida y ya no tuvieran más
apetito. En el tercero de los experimentos, el del intercambio de gases, la emisión
de oxígeno fue alta, pero tampoco pasó nada posteriormente. Definitivamente
si los microbios marcianos existían, eran bastante más pasotas que
sus homónimos terrestres y no daban muestras de una particular actividad.
Finalmente, las pruebas realizadas por el espectrógrafo de masas, al calentar
varias muestras de suelo marciano hasta una temperatura cercana a los 500ºC,
mostraron que se liberaban vapor de agua y dióxido de carbono (compuestos
que se encuentran en la atmósfera del planeta y por tanto era lógico
encontrar) pero no se detectaron ningún tipo de moléculas orgánicas,
como se esperaba (si la había, lo estaría en proporciones menores
de una parte por mil millones, es decir, prácticamente nada). Esto sorprendió
a muchos científicos, porque incluso los impactos meteoríticos liberan
cantidades apreciables de material orgánico al chocar contra la superficie
de Marte. Había, pues, un mecanismo desconocido que destruía las
moléculas orgánicas. Hubo investigadores que propusieron que eran
los mismos microorganismos marcianos los que absorbían esta materia orgánica
por lo que no sería posible detectarla. Sin embargo, la mayoría
se mostraron escépticos y pensaron que si había algo (probablemente
radiación ultravioleta) que destruía las moléculas orgánicas,
la base de la vida en la Tierra, era absurdo pensar en encontrar microorganismos,
pues éstos son el resultado evolutivo de dichas moléculas. Sin moléculas
orgánicas no hay microorganismos, al igual que sin óvulos y espermatozoides
no se puede crear un ser humano.
Vista
Actual de Marte desde el Viking-1 |
Los resultados positivos obtenidos de los experimentos fueron considerados como
debido más a la acción química de Marte que no a la biológica.
Pero aún así se defendió que si bien parecía poco
probable la vida en la superficie, era mucho más plausible pensar en encontrar
indicios de microorganismos bajo ésta, en las rocas, pues allí no
alcanzaría la radiación ultravioleta y la vida podría desarrollarse
sin tantas trabas. Era una idea interesante. Harían falta algunos años
(de hecho, más de dos décadas) para que se volviera a posar otra
nave sobre la superficie del planeta rojo. Lo haría la Mars Pathfinder,
que llegó a Marte en 1996 y dejó rodar por entre las rocas rojizas
marcianas a un microtodoterreno (el Sojourner, del tamaño de un microondas)
que estudiaría la composición de los bloques rocosos cercanos a
él. Sin embargo, la sonda Viking no murió en 1984 cuando los técnicos
decidieron cortar la comunicación con la sonda (que llevaba casi una década
sobre el planeta). Su historia y sus datos han ofrecido a los científicos
planetarios una visión nueva de Marte, muy atractiva e interesante (aunque
no haya muleros con boina sobre su superficie), además de enigmática.
La famosa "Cara Cydonia" en 1976, 1998
y 2001 |
La decepción
que siguió a los primeros instantes triunfantes mermó bastante a
los científicos, que se habían hecho ya la idea de hallar otro cuerpo
conveniente para el desarrollo de la vida. Pero otros no se dieron por vencidos
tan rápidamente.
Gilbert Levin es el investigador que creó
los experimentos arriba citados a bordo de la Viking. Su propuesta fue aceptada
por la NASA en 1969 para que, una vez en Marte, realizaran los oportunos trabajos
en busca de vida. Según explica el mismo Levin, los ensayos ejecutados
por la sonda en 1976 dieron todos ellos resultados positivos, excepto uno (el
que hizo el espectrógrafo de masas). Por tanto, se llegaba a la conclusión
absurda de que no había materia orgánica en Marte y, en cambio,
existía la vida. ¿Era eso posible?. Levin cree que "[la NASA]
eligió la opción más conservadora y segura, al afirmar que
no existía materia orgánica y que por tanto no había vida.
Por entonces anuncié, con precauciones, que los resultados eran consistentes
con la presencia de vida". Diez años después del aterrizaje
de la Viking en el planeta rojo, Levin dijo que lo más probable era que
no hubiesen encontrado vida, contagiándose del pesimismo de la época,
pero otra década más tarde cambió de opinión y se
convirtió en un heterodoxo y polémico investigador. La prueba más
importante que aporta Levin para sus afirmaciones es que en algunos de los meteoritos
que han caído en la Tierra provenientes del planeta rojo, hay indicios
más que claros de moléculas orgánicas. Y lleva razón.
Otros científicos no creen en nada de lo que dice Levin, y aportan sus
propias pruebas. Uno de ellos, Dave Deamer, comenta que "el argumento en
su contra que más me convence es que en los desiertos antárticos,
una versión suave de la superficie marciana al ser muy secos, fríos
y sin agua líquida, no han sido colonizados por ningún organismo,
a pesar de que la vida en la Tierra ha tenido 3.000 millones de años para
aprender a hacerlo [...]". Un argumento convincente
de no ser porque
es erróneo. En efecto, en el año 1978 científicos norteamericanos
encontraron microorganismos en el interior de piedras areniscas, en zonas libres
de nieve, similares por tanto a algunas regiones marcianas. Esto sugirió
al investigador Imre Friedmann que la vida en Marte pudiera estar bajo la atormentada
superficie en forma de bacterias, algas y hongos.
Los "canales" de Schiaparelli. |
Sabemos, pues, algunas cosas sobre la posible vida en Marte. No es nada probable
encontrar una civilización tecnológica; la vida animal superior
no es tampoco adecuada para vivir en la atmósfera marciana; en cambio,
los microorganismos bien podrían sobrevivir allí bajo el caparazón
de rocas, aislados de la maligna radiación ultravioleta y sobreviviendo
en condiciones inhóspitas. ¿Por qué no? Si en la Tierra es
posible, ¿no podría serlo también en nuestro vecino marciano?.
Quizá si la Viking hubiera podido excavar sólo unos centímetros
más... . De momento hay indicios tanto a favor como en contra. Hasta que
no se decante la balanza hacia uno u otro lado, tenemos la libertad de pensar
lo que queramos. Sí, no o tal vez.
Bibliografía:
- Un primer intento de buscar vida en Marte; las sondas Viking, Anna Vollmer,
UNIVERSO, nº 27-28, julio-agosto de 1997, págs. 56-58.
- ¿Metabolismo
marciano?: redescubriendo los experimentos Viking, Alberto González Fairén,
Tribuna de Astronomía y Universo, nº 28, octubre de 2001, pág.
14.
- Cosmos, Carl Sagan, Planeta, 1980.
- Nueva Guía de la Ciencia,
Isaac Asimov, Plaza y Janés, 1984.
- Historia de Marte; mito, exploración
y futuro, Francisco Anguita, Planeta, 1997.
- La búsqueda de vida en
otros planetas, Bruce Jakosky, Cambridge University Press, 2000.