MILLER EN EL JARDÍN BOTÁNICO.

David Serquera
daserpey@ochoa.fib.es

"Todos nuestros sueños comienzan en la juventud."


Aunque la conferencia estaba programada para las 18:00h. todo aquel día parecía haberse querido quemar a lo bonzo, la tarde era tan calurosa que casi no me atreví a subir en la bicicleta, era como si la atmósfera quisiera vengarse en cierto modo, demasiado ímpetu para aquellas horas en el viejo y habitualmente fresco cauce del río Turia. Aquel treinta de Junio había sido el más caluroso de los últimos cincuenta años. Pero estaba decidido, no podía perderme la conferencia que Stanley Miller nos iba a ofrecer, mi profesor de evolución química y bioquímica nos había prevenido con tiempo y yo quería estar presente.

Jardin Botanico Valencia

Pedaleando hacia el jardín botánico, sin embargo, pensaba en una súbita entrevista surgida tras un inesperado correo electrónico. No hacía ni dos días que me habían aceptado en la Fundación Valenciana de Investigaciones Biomédicas para realizar mi tesis doctoral, y yo estaba lleno de incertidumbres; pensaba en mi amigo Josep que ya llevaba un año realizando su tesis en ciclo celular, también pensaba en las múltiples vicisitudes que Stanley Miller había pasado a la hora de comenzar la suya, hacía ya unos cincuenta años atrás. Durante un momento me quedé contemplando el museo de Bellas Artes San Pío V; desde el viejo cauce del rio Turia no hay vista más relajante que ésta. Me recordó, con nostalgia, algunas tardes del mes de Julio sobre los jardines del "Champ de Mars" parisino. Sólo un instante de melancolía, inmediatamente me vino al pensamiento una conversación telefónica mantenida aquella misma mañana, debía entrevistarme con alguien que venía desde Barcelona a la conferencia de Miller. Miré mi móvil, no funcionaba, como de costumbre cuando las temperaturas superan los 27 º C. Había quedado en llamar a Angel Ferrer, debíamos encontrarnos en la puerta del jardín botánico. Quise suponer que no habrían problemas de coordinación, que el azar nos ayudaría esta vez.

Dr. Antonio Lezcano

 

Llegué con media hora de adelanto, algo sofocado, y decidí adentrarme en los jardines. Fui directo al umbráculo, allí una deliciosa charca bajo una elegante estructura metálica del XIX, con su leve rumor y su sombra, mareado por tanto oxígeno, fui adormeciéndome poco a poco en un placentero sueño onírico lleno de chispas, supuestas Catalpas Bignoides, Glicinias arracimadas, fotosíntesis inequívocas y polímeros prebióticos. ¿De dónde surgen los aminoácidos? ¿Y los péptidos? ¿Qué fuentes de energía podrían haber impulsado el origen de la vida?, ¿Descargas eléctricas? ¿Radiación UV? ¿Radiaciones cósmicas? Una cosa era segura, nuestro planeta estaba vivo y yo casi empezaba a no estarlo.

Reproduccion del aparato utilizado por Miller en su experimento hace 50 años.


Por fortuna pude despertarme a tiempo, salí al exterior, por entonces ya echaba de menos el bambú, y las orquídeas. Esperaba la aparición de Angel Ferrer de un momento a otro, pero apareció primero mi amigo Kilo. Él siempre se queja, con razón, del sesgo que introduce la universidad con sus programas y exámenes. Los alumnos más creativos, suelen sucumbir a tanta retórica. La innovación científica, la osadía de la ingenuidad, la frescura imaginativa quedan cojas para el futuro. No era el caso de Miller. Ni tampoco el de la asignatura de Juli Peretó.

Por fin Angel Ferrer apareció. Allí estaba él, con su eterno aire de "pasaba por aquí" como dice la canción de Aute. Con su bandolera y su aparato digital fotográfico, dispuesto a tomar testimonio del homenaje que la Universidad de Valencia iba a rendir a uno de los pioneros de la química prebiótica.

Entramos en el auditorio, el aforo escaso, yo sentía pena, sin embargo, allí estaban los mejores, LLuís Ribas de Pouplana, mi compañera de evolución química y bioquímica, Amparo, a quien le gusta más el impresionismo que el comer, y por supuesto no me olvido de Ismael Mingarro, enorme científico, enorme profesor, enorme, enorme.

La mesa de ponentes

 

Huelga mencionar a nuestro flamante presidente electo con su aparato fotográfico. Al entrar recogimos el receptor para escuchar la traducción simultánea, yo tuve dudas, pero al final hice bien en cogerlo, desconfiar de uno mismo está bien cuando te conoces lo suficiente.

Stanley Miller en Valencia ( 30-Junio-2003)

 

En la mesa de ponentes, Juli Peretó, Stanley Miller y Antonio Lazcano, relajados, resignados por la tardanza del rector de la universidad, en la penumbra. Por fin, Antonio Lazcano pudo introducir al ilustre invitado, una introducción escasa, premonitoria en cierto modo, pero intensa, aunque en menor medida que la otorgada a Lynn Margulis hacía unas semanas atrás. Cuando escuché a Antonio Lazcano hablar sobre Lynn Margulis, supe que, sin lugar a dudas, sería mucho mejor ser su amigo que su enemigo. Esta vez, Lazcano fue breve en su introducción, e hizo bien. En el centro Miller, a su derecha Juli, y a su izquierda, Lazcano. Miller, sentado en silla de ruedas, se dispuso a comenzar la conferencia, y en aquel momento, algo maravilloso ocurrió. Los nervios le traicionaron. Con una ligera paresia facial derecha y después de haber sufrido recientemente dos accidentes cerebrovasculares, a sus 73 años, Stanley Miller no podía disimular su nerviosismo ante un reducido auditorio y nos dejó ver su excitación, nos abrió de par en par su corazón al poder sentir con él su capacidad de emocionarse como un joven lleno de pasión al exponer sus trabajos por vez primera. Armado de coraje y con la tranquilizadora ayuda de Lazcano que le susurró amablemente y con Juli que le aguantó el puntero laser, Miller pudo comenzar con su conferencia y ya no se detuvo hasta el final. Hizo un repaso desde su experimento inicial hasta sus últimos trabajos en busca de polímeros prebióticos que pudieran haber precedido en capacidad informativa y catalítica al RNA, ya que quedó claro que éste polímero no pudo haber sido lo suficientemente estable como para acumularse en un ambiente acelular y formar parte así del acervo de moléculas necesario para el origen de la vida heterotrófico según la corriente de pensamiento desarrollada por Oparin.

Nuestros compañeros Angel Ferrer y David Serquera, posan delante de la reproduccion del experimento de E. Miller

 

La traducción simultánea resultó ser útil aunque dificultosa ya que la fuerza del discurso de Miller no pudo traducirse en viva voz debido a su estado de salud.
Cuando Miller concluyó, se le impuso una medalla en nombre de la Universidad, él se emocionó de nuevo y los oyentes nos acercamos para que nos firmara un magnífico libro escrito para la ocasión por Juli Peretó y que se entregaba de forma gratuita a la entrada del auditorio. Cuando yo me acerqué para que Miller me firmara el libro, pude ver en su rostro la alegría.

Stanley Miller en un momento de su exposicion
Miller firmando un ejemplar del libro, a nuestro compañero David Serquera.

 

Sé que Stanley Miller fue feliz en el Jardín Botánico de Valencia.

Después de hablar con todo el mundo con el que tenía que hablar y de haber posado para Ángel varias veces, nos despedimos. Ángel se iba a la Ópera, y yo, a estudiar para el examen de genética del desarrollo que con tanto ajetreo había casi olvidado.

Y es que hay que ver como viven algunos.

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