"Pitágoras, filósofo, matemático y astrónomo"

de la teoría del eterno retorno a la armonía de las esferas por ABILIO ORTS

Introducción

La historia del pensamiento humano es una historia de encrucijadas, una continua búsqueda de soluciones a todos aquellos interrogantes que la naturaleza nos plantea.

La observación del cielo ha resultado inevitable desde tiempos remotos. El establecimiento de una relación entre la posición de los cuerpos celestes y los fenómenos naturales espoleó la necesidad de perfeccionar los métodos de observación. De otro lado, la misma observación planteaba preguntas relacionadas con la magia y la religión.

La historia es apasionante si se considera que a principios del siglo XXI, con la teoría del big bang y la enigmática presencia de los agujeros negros, nos seguimos planteando las mismas cuestiones que nuestros antepasados. En cualquier caso, independientemente de las numerosas respuestas propuestas a lo largo de la historia, el sólo hecho de plantearla marca un hito, una nueva concepción del mundo por parte del hombre.

No se puede alcanzar ningún conocimiento si no se contemplan las cosas en su totalidad, desde el principio. Así, a pesar de la ingenuidad de algunas concepciones, es evidente su interés pues constituyen los primeros pasos de la razón humana. Si forzáramos el sentido de sus palabras, podríamos ver los lejanos gérmenes de las teorías científicas modernas. En cualquier caso, se trata de tentativas dirigidas a alcanzar un principio explicativo de todo lo existente mediante la única fuerza de la razón.

El "milagro griego" es el término utilizado para referirse a toda una serie de transformaciones que tuvieron lugar hacia el siglo VI a.C. en las colonias griegas de Asia Menor y que marcan el paso del mytos al logos, de la tradición legendaria al conocimiento mediante la razón y que al tiempo significan el comienzo de la filosofía tal y como hoy es entendida.

De entre los primeros pensadores griegos destaca Pitágoras. Su doctrina, el pitagorismo, ha resistido el paso del tiempo y su cosmología ha influido a grandes astrónomos posteriores. El nacimiento y la pervivencia del pitagorismo es uno de los fenómenos más interesantes en la historia de la ciencia y de la cultura en general. Surgió, se desarrolló y se expandió como un modo de vida religioso. Su armazón intelectual consistió en una visión del universo como un cosmos, en contraposición al caos, es decir, como un todo ordenado y organizado de acuerdo con leyes asequibles a la razón humana. El mismo impulso religioso conducía hacia la búsqueda y contemplación de la armonía intelectual implantada en este universo como paradigma de conducta humana y como camino y método de elevación espiritual, en búsqueda de las raíces y fuentes de la naturaleza. (1)

En nuestra cultura actual, fuertemente impregnada por el espíritu científico, que acepta esta cosmovisión de fondo como base implícita e indiscutida, transmitida en sus líneas generales a través de los siglos desde las mismas raíces pitagóricas, el brillo de la idea fundamental de la racionalidad del universo se nos presenta apagado y desgastado por la costumbre.

En el presente artículo se pretende mostrar algunos de los aspectos más sobresalientes de la teoría pitagórica: desde la teoría del eterno retorno y la transmigración de las almas hasta la armonía de las esferas, todo ello entrelazado por la idea central de su pensamiento: el universo es un todo ordenado, en equilibrio, un cosmos en el que la idea de orden y belleza se entremezcla con la de número, origen y esencia de todas las cosas.

Antecedentes

Muchas son las influencias que se dejan entrever en la teoría pitagórica. El hecho de que Pitágoras dedicara largos períodos de su vida a viajar le permitió conocer diferentes civilizaciones. Cuenta la leyenda que Pitágoras partió de Babilonia y continuó viaje hacia el este, conociendo magos persas, brahmanes indios e incluso llegando, como afirma Hegel, a ser admitido en la casta egipcia de los sacerdotes. Otras fuentes, aparentemente más fantasiosas, aseguran que mantenía contactos con druidas célticos. (2) Además de estas influencias externas, también se tiene certeza de otras más cercanas: la tradición órfica y la escuela milesia con Tales y Anaximandro.

Tales de Mileto, considerado como uno de los Siete Sabios griegos, es tenido por el primer filósofo. Realizó viajes por Egipto y Babilonia de ahí que sea considerado como "discípulo de caldeos y egipcios". (3) A partir de los escrupulosos estudios astronómicos de estos últimos (los babilonios tenían constancia de siete planetas, incluidos el Sol y la Luna y sus tablillas cuneiformes constituyen uno de los primeros documentos astronómicos conocidos) predijo un eclipse total de sol en el año 585 a.C. (está constatado que el 28 de mayo de dicho año tuvo lugar dicho eclipse). Eclipse que, por otra parte, asustó y frenó una batalla entre lidios y medos, pues todavía el pueblo lo seguía interpretando como una señal divina.

Tales transforma la tradición homérica, que afirmaba que el mundo era un disco flotando sobre un océano donde las divinidades marinas Océano y Tetis eran las causantes del devenir, mediante la introducción de una causa primera, un origen de las cosas, fruto de la búsqueda de lo racional. Así inaugura las teorías hilozoístas (consistentes en tomar una materia viva como origen de todo lo existente) al tomar el agua como "arjé" o primera sustancia. Al mismo tiempo establece que el sol, la luna y las estrellas eran vapor incandescente y navegaban alrededor de la Tierra, por encima de la cual había agua que era la causante de las lluvias. (4)

Anaximandro, discípulo de Tales y maestro de Pitágoras, es conocido por delinear la primera teoría evolucionista, (5) es decir, la primera teoría que considera la naturaleza sometida a cambios desde un estado a otro cada vez más determinado. Así, parte de una sustancia indeterminada o "apeiron" en eterno movimiento a partir de la cual, en un proceso gradual, se habrían desarrollado todas las cosas por vía de separación: primero el calor del frío, luego la tierra, el aire, el fuego; del agua las plantas y los peces y de estos últimos los otros animales hasta el hombre. Llegó a la conclusión de que el firmamento giraba en torno a la Estrella Polar y por ello dibujó el cielo como una esfera completa. En particular el cielo sería una esfera de fuego encerrada en una costra agujereada, de cuyos agujeros saldrían llamas que constituirían los astros. También consideró que la superficie terrestre debía ser curva como explicación del cambio de posición de las estrellas. Así, la Tierra tendría una forma cilíndrica, de diámetro tres veces su altura, y se encontraría en el centro del universo, inmóvil, al no estar impulsada por ningún motivo a desplazarse en un sentido o en otro. En relación con la infinitud de una sustancia primordial que lo abraza y lo trasciende todo, concibe una infinidad de mundos.

Anaximandro es considerado el primer griego en utilizar un reloj de sol. No se encontraría un aparato superior para medir el tiempo hasta la época de Tesibio, discípulo de Arquímedes, en el siglo II a.C. La observación del sol también le hizo llegar a la conclusión de que este astro era mucho más grande que la Tierra.

Además de Anaximandro, Pitágoras contó con Ferécides entre sus maestros. De él aprendió las extravagantes ideas de carácter religioso (muchas de ellas como la transmigración de las almas todavía existentes en la India) mientras que del apeiron del primero derivaría el número pitagórico. Sin embargo, en este punto podemos encontrar serias discrepancias: (6) duda sobre la posible influencia de Ferécides e incluso de la propia existencia de este.

Vida de Pitágoras

Tres son las biografías que sobre Pitágoras nos han llegado: la de Diógenes Laercio (libro VIII de "Vidas de los filósofos más ilustres"), la de Porfirio y la de Jámblico, este último discípulo del anterior. En realidad se trata de un conjunto de citas y fragmentos tomados de otros autores. Es muy complicado discernir entre las aportaciones realizadas por Pitágoras y las debidas a sus discípulos. No sabemos con seguridad si mediante el término de Pitágoras nos referimos a una persona o se trata de una colectividad. En cualquier caso, las aportaciones pitagóricas sí son un hecho y son por estas y no por las leyendas, contradictorias por otra parte, por las que deben ser juzgados. A grandes rasgos la vida del maestro pitagórico puede resumirse como sigue.

Pitágoras nació hacia el año 570 a.C. en la isla de Samos, situada en el Egeo oriental. Hijo de Mnesarco, acaudalado grabador de monedas y comerciante, la leyenda le representa como profeta y obrador de milagros: su doctrina le habría sido transmitida directamente por su dios protector, Apolo, por boca de la sacerdotisa de Delfos, Temistoclea. (7)

La profesión de su padre le permitió realizar viajes por Oriente y entrar en contacto con civilizaciones como la babilónica, la fenicia o la egipcia que por aquel entonces estaban más culturizadas que Grecia. Pues, desde tiempos remotos, los egipcios se habían preocupado de la geometría, los fenicios de la aritmética y el cálculo y los caldeos de la investigación del firmamento (de hecho Aristóteles fecha el origen de la geometría en Egipto, debido al numeroso tiempo libre del que disponían los sacerdotes). (8)

A su regreso a Samos, Pitágoras se reunía en una cueva con sus amigos para deliberar sobre los asuntos públicos, pero se encontró con la oposición de la tiranía de Polícrates y, tras una serie de disputas, fue castigado con el destierro. Así pues, hacia el año 530 a.C. se dirigió hacia la colonia griega de Crotona en la Magna Grecia (en el sur de Italia) donde fundó su famosa escuela, una escuela abierta a mujeres y niños y que gradualmente fue acrecentando su fama.

Su poder sobre los habitantes de la ciudad fue en aumento, incluso algunos de sus seguidores ocupaban cargos públicos, por lo que el tirano Cilón de Crotona, temeroso de su influencia, ordenó su expulsión. Desde aquí se dirigieron a Metaponte, otra ciudad colonia griega, donde Pitágoras murió poco después. Otras fuentes señalan que la casa comunal en la que vivían fue quemada tras grandes convulsiones políticas y el fuego terminó con su vida.

Tras la muerte del maestro los discípulos continuaron con la tradición de la escuela cuyas características eran un tanto peculiares: el conocimiento y la propiedad eran bienes comunes por lo que la atribución de descubrimientos a un miembro de la secta estaba fuera de lugar (la costumbre establecía que fuesen atribuidos al maestro). Además el secretismo de la escuela prohibía la revelación de cualquier descubrimiento a los no iniciados. Los miembros de la secta se formaban en la ciencia de los cuatro "mathemata" (lo que hay que aprender) que estaban constituidos por la aritmética (teoría de números), geometría, música y astronomía. (9)

Según diferentes comentaristas tardíos de la época helenística (como Proclo o san Hipólito) los miembros de la secta estaban divididos en dos grupos (10): por una parte estaban los miembros acusmáticos que sólo podían escuchar y callar (Pitágoras pensaba que permanecer en silencio era el primer paso para la comprensión) y, por otro, los matemáticos que participaban en las investigaciones. La evolución de estos dos grupos fue claramente diferente. Los miembros acusmáticos permanecieron fieles a las enseñanzas religiosas del maestro y contribuyeron a aumentar la leyenda sobre las extravagancias de sus creencias mientras que los matemáticos se centraron en los aspectos científicos destacando sus aportaciones a la teoría de las magnitudes inconmensurables (números irracionales).

Enseñanzas pitagóricas

Si bien Diógenes Laercio (11) asegura que Pitágoras escribió tres tratados: uno sobre Educación, otro sobre Política y otro sobre Física, la opinión actual es que Pitágoras no escribió nada, aunque sus seguidores le atribuían a él todos sus escritos, de ahí que sea muy difícil dilucidar la parte del pitagorismo que corresponde a su fundador.

Los pitagóricos observaron cómo múltiples propiedades y comportamientos de los seres reales pueden ser formulados matemáticamente por lo que supusieron que todos los seres del Universo son formulables matemáticamente. Desde entonces la ciencia se ha beneficiado incesantemente de esta suposición confirmándola una y otra vez. Pero, ¿cuál es la razón para que los seres del Universo se acomoden a las matemáticas? Los pitagóricos consideraron como única explicación posible que los principios de las matemáticas son también los principios de los seres reales, y puesto que el número era considerado el principio de las matemáticas, afirmaron que TODO ES NÚMERO. (12)

Según recoge Matila Ghyka se conservan algunos pasajes de los "Theologumena Arithmeticae" de Nicómaco de Gerasa, pitagórico del siglo I d.C. Uno de ellos dice así: "Todo cuanto la naturaleza ha ordenado de manera sistemática en el Universo parece, tanto en sus partes como en el conjunto, haber sido determinado y acordado con el Número,..., de modo que de acuerdo con el número, como siguiendo un plan artístico, fueron creadas todas estas cosas, así como el Tiempo, el movimiento, los cielos, los astros y todos los ciclos de las cosas." (13)

La totalidad de nuestra fe científica se basa en este precepto de los pitagóricos, la creencia de que todo se puede medir o calcular de alguna manera.

Pero la noción de número para los pitagóricos no era exactamente la misma que tenemos actualmente. Los pitagóricos consideraban el número, entre otras cosas, como una composición de mónadas. Esas unidades o mónadas podían representarse como puntos, dando nacimiento al mundo, a la vez geométrico y algebraico, de los números figurados. Incluso algunos antiguos historiadores de la matemática, como el jesuita italiano Bettini o el francés Dumesnil, apoyaban la tesis de que nuestras cifras actuales (exceptuando el 0) proceden de las representaciones geométricas de los pitagóricos, si bien actualmente parece una explicación un tanto fantástica frente a la comúnmente aceptada procedencia de la numeración bramî india. (14)

Así, el número está íntimamente ligado a la forma. En palabras de Platón, cuya doctrina está enormemente influencia por las tesis pitagóricas, "el propio Dios geometriza". De hecho, el número pitagórico no es concebido como una idea abstracta sino dotada de carácter material, apenas alcanzaron a diferenciar entre la Aritmética y la Geometría, noción que Aristóteles defiende en su tratado de Metafísica. (15)

La Mónada, el número Uno, es el elemento aditivo que permite producir mediante iteración toda la serie numérica. Así aparece la Díada, o número Dos, primer número par y femenino (debido a su facultad de división por esciparidad), la Tríada, primer número impar y masculino y, por otro lado, primer número triangular (su importancia radica en que todo figura plana es triangularizable, es decir, es posible su descomposición como suma de triángulos). La Tétrada, o número cuatro, participa, por un lado, de un rasgo de la Díada (por ser su cuadrado) y, por otro, del rasgo sagrado de la Tetraktys, cuarto número triangular y al mismo tiempo símbolo figurado de la Década o número diez. El diagrama de puntos de la Tetracktys fue para los miembros de la cofradía un símbolo tan importante como el pentagrama o pentágono estrellado (en el que aparece numerables veces el famoso número de oro). El pentagrama era su contraseña secreta mientras que evocando la Tetracktys, los miembros de la secta prestaban juramento de no divulgar nunca sus secretos.

La Tetraktys era representada mediante un triángulo formado por los cuatro primeros números (como también cuatro son los elementos: fuego, aire, agua y tierra, o los puntos cardinales: este, oeste, sur y norte) y cuya suma es diez:

·
· ·
· · ·
· · · ·

Pero, además, la Tetracktys no sólo participa de la naturaleza de la Década y de la naturaleza de los números triangulares sino también de la armonía musical. Pitágoras descubrió que dividiendo una cuerda por la mitad se obtenía un sonido cuyo tono difería del anterior en una octava, es decir, la octava provenía de una relación de proporcionalidad entre longitudes de cuerdas de 2 a 1. Del mismo modo, los intervalos de quinta y de cuarta provenían de las relaciones 2:3 y 3:4, es decir, de los elementos de la Tetraktys. De este modo Pitágoras había descubierto que las relaciones musicales fundamentales con la octava podían representarse mediante una simple relación numérica. Las armonías más bellas (agradables) se correspondían con las proporciones más bellas (simples). Así pues, el número regía no sólo las figuras terrestres sino también la más bella de todas las artes, la música (considerada por los pitagóricos como un medio poderoso de catarsis, medicina del cuerpo y del alma).

Por otra parte, a partir de las observaciones astronómicas que poseían y de la periodicidad de los movimientos de los entes, los pitagóricos concluyeron que el número regía, también, los astros. De esta forma, aritmética, geometría, música y astronomía se subordinaban a la noción de número. La armonía, la proporción, las propiedades de los números, la periodicidad de los movimientos, la belleza de la simplicidad y ciertas formas: todo parecía apuntar a algún tipo de naturaleza profunda que reinaba sobre todas las cosas. Era fácil concluir que el número ordenaba todo lo existente.

Astronomía pitagórica

La observación del movimiento cíclico de los astros permitió a Pitágoras concluir que el número rige los astros. Asimismo, el número rige las formas geométricas y la música (teoría de las proporciones). De aquí es fácil obtener la máxima pitagórica: el número rige la vida y el cosmos.

Copérnico menciona en sus obras que fue la sugerencia pitagórica de que la Tierra se movía alrededor de un foco ígneo la que le inspiró en su teoría heliocéntrica (aunque el primero en realizar tal afirmación fue Aristarco de Samos diecisiete siglos antes). De hecho su sistema heliocéntrico fue tachado de herejía pitagórica. El propio Kepler partió de las teorías pitagóricas y, sin abandonarlas, obtuvo sus tres célebres leyes en las cuales se establecen relaciones entre números. Más tarde, sir Isaac Newton derivó estas tres leyes a partir de su ley de Gravitación Universal que marca un punto de inflexión en el nacimiento de la astronomía moderna. Por tanto, la teoría cosmológica que se va a exponer a continuación, a pesar de su aparente ingenuidad, encierra un gran interés por cuanto representa el germen de nuestro saber actual, además de resultar en su día tan revolucionaria como lo pudieron ser las ideas de Einstein en su momento.

Una de las ideas más extraordinarias de la cosmología pitagórica es la de que la Tierra no ocupa el centro del universo, sino que es una gran bola de fuego quien se encuentra en esta posición. Alrededor de este fuego central se hallan diez cuerpos celestes: la Tierra, la Luna, el Sol, los cinco planetas conocidos y el más lejano, la esfera de las estrellas fijas. Como el número de astros era nueve, inventaron un décimo (por aquello de que la tetraktys lo debía regir todo) y así aparece la Antitierra.

La Antitierra se encontraba alineada siempre con la Tierra y el fuego central y con el mismo período de revolución diaria en torno a dicho fuego central que la Tierra, la cual mantenía durante su movimiento el mismo hemisferio deshabitado hacia el fuego central, de manera que los hombres no podían ver nunca ni el fuego central ni la Antitierra. A partir de esta situación, los pitagóricos explicaban los eclipses.

Los pitagóricos fueron los primeros en afirmar que la Tierra y los cuerpos celestes eran esféricos. Al considerar la esfera y el círculo como figuras perfectas forzaron a que siguieran trayectorias circulares, hipótesis aceptada también por Copérnico. Una de las principales aportaciones de Kepler fue sustituir la circularidad de los movimientos por trayectorias elípticas.

El sol giraba alrededor del fuego central con un período de un año y las estrellas fijas permanecían estacionarias. Por otra parte, consideraron que la luna y el sol carecían de luz propia y la luz que veían era un reflejo de la luz del fuego central.

Fruto de sus observaciones, Pitágoras calculó el orden de los planetas por su distancia creciente respecto a la Tierra: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, Saturno constituyendo la primera teoría conocida basada en el sistema solar. Los últimos pitagóricos descubrieron que, en realidad, Venus y Mercurio viajaban alrededor del Sol lo que constituía un primer paso en la concepción heliocéntrica del sistema solar. Además, esta teoría lleva implícita la idea de que la Tierra es un globo rotatorio suspendido en el espacio, con lo que las aportaciones de los pitagóricos a la astronomía son comparables a las realizadas en el campo de las matemáticas.

En cuanto a la formación del mundo, los pitagóricos pensaban que del fuego central, al que llamaban madre de los dioses, provenían el resto de cuerpos celestes. De este centro emana la fuerza que conserva al mundo. Por él son atraídas las partes más cercanas de lo ilimitado que lo circunda (espacio o materia infinita), partes que se ven limitadas por esa atracción y, por tanto, plasmadas en el orden. Este proceso, repetido a menudo, conduce a la formación del universo entero. (7)

Como puede verse y pese al paso del tiempo, la mejora producida por los avances tecnológicos y, principalmente, a pesar de la época en la que fueron realizadas, unos momentos en los que la magia y la explicación mitológica sobre la formación del universo y los fenómenos meteorológicos eran la nota dominante en cualquier sistema cosmológico, algunas de las ideas pitagóricas todavía se conservan entre nosotros y otras pueden verse como el origen de teorías actuales (por ejemplo, la cosmogonía pitagórica sugiere el inicio del universo a partir de un foco de energía).

La armonía de las esferas

Anaximandro se dio cuenta de que los planetas estaban más cerca de la Tierra que las estrellas y la observación de sus movimientos le llevó al convencimiento de que unos y otros estaban a diferentes distancias de la Tierra.

Así como cualquier cuerpo movido velozmente produce un sonido musical, Pitágoras estableció que en su movimiento circular y, puesto que cada una viajaba a velocidad diferente, las esferas emitían un sonido característico. Aquellas que viajasen a mayor velocidad emitirían las notas más altas. Las notas más bajas provendrían de los planetas que viajasen más lentos y que serían los que se encontrasen más cerca de la Tierra. De esta forma el movimiento de los planetas o esferas producía una serie de tonos musicales que en su conjunto forma una octava. A este sonido armonioso es al que Pitágoras llama armonía de las esferas o música celestial.

Sin embargo, esta armonía no es perceptible simplemente por el hecho de que llevamos escuchándola desde nuestro nacimiento y eso hace que la confundamos con el silencio. Esta teoría nos muestra que los pitagóricos eran conscientes de las limitaciones de la percepción humana. Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer en un primer momento, gozó de larga tradición durante el renacimiento europeo.

La teoría del eterno retorno

Una de las características del pitagorismo es la afirmación del parentesco entre todos los seres vivos, poseedores de un alma inmortal que transmigra de unos a otros. Porfirio da testimonio de un viaje de Pitágoras a Persia donde conoció a Zoroastro que puede clarificar las coincidencias del pitagorismo con doctrinas de la India, en que también se cree en la metempsicosis o transmigración de las almas y en el misticismo del número, o también con la doctrina china del Yin y el Yang (similar a la doctrina dualista de la realidad pitagórica).

Los trabajos de Pitágoras en el campo de la astronomía le llevaron a justificar uno de los aspectos más importantes de su religión: la metempsicosis. Su observación del cielo le llevó a la conclusión de que el movimiento de los cuerpos celestes era cíclico y, de esta manera, cada uno de ellos volvía en algún momento al punto desde el cual había partido. Pitágoras concluye que habrá un ciclo de ciclos (un año mayor) al término del cual todos los cuerpos celestes volverán a su posición original y se podrá observar precisamente la misma constelación. Así, dedujo que lo que sucedió una vez en el mundo volverá a suceder de la misma manera y en idéntico orden con periodicidad eterna. Esta idea reaparecerá 2.500 años más tarde en los pensamientos de otro deslumbrante filósofo, Friedrich Nietzsche, cuya cordura, al igual que la de Pitágoras, se ha puesto a menudo en entredicho (en el caso de Nietzsche, su locura está clínicamente demostrada).

De la periodicidad eterna cósmica a la teoría del alma sólo hay un paso. Según Pitágoras: (6)

- El alma es inmortal.
- Las almas cambian su lugar, pasando de una forma de vida a otra.
- Todo lo que ha sucedido retorna en ciertos ciclos y no sucede nada realmente nuevo.
- Hay que considerar todos los seres animados como emparentados entre sí.

La idea de que todas las almas habían vivido vidas anteriores en otros cuerpos se convirtió en la base moral de su religión. Un alma sólo podía ascender de categoría mediante el buen comportamiento. Por ejemplo, una vida vegetal ejemplar podía ser recompensada con la oportunidad de vivir bajo forma de conejo. El grado más alto lo ostentaba el ser humano santo, que gracias a un esfuerzo moral supremo conseguía liberar a su alma del ciclo constante de nacimientos y muertes. El hombre muere porque, a diferencia de los cuerpos celestes, no es capaz de enlazar el final con el principio. Sólo mediante un estado de pureza puede el alma acceder al conocimiento y conseguir romper el ciclo de reencarnaciones. Es el conocimiento lo que eleva a los hombres a la categoría divina, a la inmortalidad. La sabiduría y la askesis son bienes propios de la humanidad.

A modo de conclusión

El destino del hombre consiste en considerarse a sí mismo como una pieza dentro del cosmos, descubrir el lugar propio que le está asignado y mantener en sí y en su entorno, en lo que está de su parte, la armonía que es debida de acuerdo con el orden natural de las cosas.

El pitagorismo es una invitación a la reflexión, al estudio del papel que desempeña cada individuo dentro del mundo en el que vive, al conocimiento de los límites impuestos por la naturaleza frente a los límites impuestos por la tiranía humana que pretende apoderarse de nuestra capacidad de pensar y de sentir. Esta simbiosis entre continente y contenido debe producirse desde la belleza que supone la armonía, el convencimiento de la existencia de un orden que vela por cada uno de los detalles.

Sin embargo, es necesario desprenderse de las ideas preconcebidas para poder alcanzar el verdadero conocimiento. La concepción de un mundo como un cosmos ordenado por la idea de número (pero un número conmensurable, es decir, fraccionario o racional) llevó a los primeros pitagóricos a la consternación absoluta con la aparición de los números inconmensurables con la unidad (los números irracionales) y a cuya aparición, paradójicamente, contribuyeron activamente con su famoso teorema (utilizado desde tiempos remotos pero cuya primera demostración se debe al maestro). Si consideramos un triángulo rectángulo isósceles de cateto 1, la hipotenusa es un número irracional: . Unas ideas preconcebidas que fueron vencidas por Kepler al sustituir trayectorias elípticas por circulares y que a Einstein le llevaron a cuestionar ciertos aspectos de la mecánica cuántica. Porque el verdadero científico es el que está dispuesto a sustituir los dogmas impuestos por los prejuicios y las ideas preconcebidas a favor del estudio del problema y de la observación. Porque los problemas se resuelven estudiándolos y no prejuzgándolos.

En una sociedad actual en la que se fomenta el culto al tener, a la posesión indiscriminada de bienes, a la necesidad de obtener de forma inmediata resultados, el pitagorismo es una alegoría del ser, del saber, del gusto por conocer, un saber por saber (Pitágoras es el primer hombre que se autodenomina filósofo, amante del saber), un saber por placer y, en definitiva, un saber que no sólo nos hará libres (del ciclo de reencarnaciones, de la desidia humana o de las preocupaciones banales del mundo terrenal), sino que también nos hará felices. Todas las teorías científicas, o al menos la gran mayoría de ellas, han contribuido de alguna manera a la prosperidad de la ciencia. No importa los resultados obtenidos sino que lo realmente importante ha sido que han preparado el terreno para futuras investigaciones.

Bibliografía

1. Guzmán, M. de: www.mdeguman.net.
2. Strathern, P.: "Pitágoras y su teorema", Madrid, Siglo XXI, 1999.
3. Boyer, C.: "Historia de la matemática", Madrid, Alianza, 1986.
4. Riera, S.: "Origen i evolució de l'Univers", Barcelona, edicions 62, 1996.
5. Bernabé, A.: "Fragmentos presocráticos", Madrid, Alianza, 1988.
6. Kirk, G., Raven, J., Schofield, E.: "Los filósofos presocráticos", Madrid, Gredos, 1987.
7. Abbagnano, N.: "Historia de la filosofía", Barcelona, Hora, 1982 (vol. 1).
8. Porfirio: "Vida de Pitágoras", Madrid, Gredos, 1987.
9. Collette, J.: "Historia de las matemáticas", Madrid, Siglo XXI, 1991.
10. Rey Pastor, J., Babini, J.: " Historia de la matemática", Barcelona, Gedisa, 1997.
11. Diógenes Laercio: "Vida dels filòsofs", Barcelona, Laia, 1988.
12. Navarro, J., Calvo, T.: "Historia de la filosofía", Madrid, Anaya, 1982.
13. Ghyka, M.: "Filosofía y mística del número", Barcelona, Apóstrofe, 1998.
14. Ifrah, G.: "Historia universal de las cifras", Madrid, Espasa, 1997.
15. Cañón, C.: "La Matemática: creación y descubrimiento", Madrid, UPCO, 1993.

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