GEOLOGÍA PLANETARIA

LA LUNA

Por Ángel Requena

La Luna constituye uno de los objetos celestes más vistos y estudiados de todo el universo. Su proximidad hace que la observación del mismo resulte rutinaria y por si eso fuera poco, es junto a la Tierra el único objeto donde el hombre ha puesto su huella.

            Pero, ¿hasta qué punto conocemos nuestro satélite?. ¿Sabíais, por ejemplo, que la Luna evita que nuestro eje de rotación deambule de forma errática y evite de esta forma cambios apreciables en nuestro clima?. ¿O que en la Luna existen cordilleras con elevaciones de casi 8.000 m.?.

Permitidme un chisme acerca de la Luna: se dice que aquellas personas que han perdido la cabeza se les denomina lunáticos. Pues bien, ¿sabíais que la mayor parte de los hombres que han pisado la Luna están ahora en el loquero?. A saber: Amstrong se separó de la mujer para liarse con Connie Stevens, actualmente lleva una vida de eremita en la Universidad de Cincinatti. Frecuentemente “tiene ataques de paranoia que le convierten en un ser encerrado en sí mismo, odia a los periodistas y al mundo exterior”, según fuentes próximas. Aldrin arruinó su matrimonio, fue carne de escándalo y una abulia depresiva le llevó al psiquiátrico. Actualmente, aún sin recuperarse, ha escrito un libro aunque todavía arrastra problemas psiquiátricos. Irwin, séptimo en alunizar, se hzo predicador evangélico, abandonó su hogar y se divorció. Por último, Mitchell (doctor en Astronáutica y Ciencias Aeronáuticas) deja al volver, la NASA, costilla y familia para dedicarse a los fenómenos paranormales, fundando el Instituto de Ciencias Noéticas. ¡Otro que oye la voz!.

Hace unos 5.000 millones de años un cuerpo de unos 3.500 Km. de diámetro se formó en torno a nuestra Tierra en un acontecimiento que hasta el momento los científicos no han conseguido dar una explicación definitiva. Unos argumentan que la génesis de la Luna fue un fenómeno coetáneo al de nuestro planeta, o lo que es lo mismo, se formaron casi al mismo tiempo. Otros sin embargo dicen que podría haber sido un objeto capturado por la gravitación terrestre, e incluso hay otros que afirman que la Luna se pudo haber formado tras una gigantesca colisión entre la Tierra y otro objeto. Como consecuencia de ello, parte de la materia terrestre habría sido desprendida en la colisión para formar posteriormente el satélite.  Como veis para gustos no hay nada escrito, veámoslos más detenidamente.

Hasta no hace mucho los científicos sostenían que la Tierra y la Luna se formaron juntas. Es decir, ambas se consolidaron a partir de pequeños fragmentos de roca diminutos y de gases que giraban en órbita alrededor del protosol, reuniéndose en cuerpos de tamaño planetario. Este fenómeno, que ocurrió hace aproximadamente 4.500-5.000 millones de años, sería semejante al del amasado de pan. Si habéis visto alguna vez a un panadero en su trabajo, podéis comprobar que al amasar una barra de pan o un bollo, una pequeña parte de la masa formada por harina, agua, levadura y sal se suele desprender de forma natural del núcleo principal. Aunque este pequeño trozo no se aprovecha para la venta, en nuestra argumentación nos va a hacer el papel de satélite.

Obviamente, este proceso explicado de forma tan simple necesitó de un panadero que desaprovechara  este trozo al que llamamos Luna, y éste no es otro que la archiconocida gravitación universal.

El único punto débil de esta hipótesis conocida como la fisión, es el hecho de que los científicos no han  conseguido descifrar los mecanismos que expliquen la fuerte rotación de la masa original y que desencadenó a la formación del sistema Tierra-Luna.

Pero lo que más sorprende a los científicos que argumentan esta teoría es el hecho de la gran diferencia existente entre la Tierra y la Luna. Si los dos proceden de una misma gestación, ¿por qué existen tantas diferencias geomorfológicas y atmosféricas?.

Si hacemos un repaso de la geomorfología lunar veremos que su superficie está provista de miles de cráteres que no han sido prácticamente erosionados y otras zonas, denominadas mares que constituyen las planicies lunares producidas por las coladas basálticas generadas en las colisiones meteóricas.

No hay agua, hay muy pocos terremotos, no hay viento ni ningún tipo de actividad erosiva que modifique la superficie lunar. Se puede decir pues que la Luna constituye un pequeño planeta (en cuanto a su tamaño) pero con un comportamiento propio de un asteroide (actividad geológica nula).

Por tanto cabría la posibilidad de pensar que ambos cuerpos no se gestaron a la vez sino que uno surgió posteriormente de forma independiente a la del otro. De esta idea, la hipótesis de tal vez más peso es la de una colisión entre un asteroide y la Tierra.

La explosión causada por el impacto de un asteroide del tamaño de Marte sobre una Tierra semifundida habría expulsado una gran cantidad de material del manto terrestre. Una parte importante del material expulsado permanecería en órbita alrededor de la Tierra, acumulándose de forma gradual para formar la Luna. Ello explicaría por ejemplo, la gran uniformidad geológica de la Luna, no sólo a nivel superficial si no además en profundidad. Esta hipótesis es plausible pero plantea a su vez nuevos y más complejos interrogantes.

Pese a la incertidumbre del origen lunar, los geólogos planetarios han podido reconstruir sin embargo, detalles muy importantes de su historia más tardía. Uno de sus métodos consisten en observar las distintas cantidades de cráteres en diferentes áreas. Ello constituiría el método de datación de cada área; así un área con mayor densidad de cráteres será más antigua que otra con un menor número de éstos.

La evidencia de este hecho hay que buscarla en la tierras altas lunares. Se tratan de zonas fuertemente craterizadas y por tanto constituyen uno de los rasgos selenográficos más antiguos, aproximadamente 4.500 millones de años, casi la edad de nuestra Tierra.

Destaquemos de este área un hecho particularmente sorprendente, la Luna no constituye una bola con agujeritos como si de un queso de gruyère se tratara. En ella, y más concretamente en las tierras altas, existen cordilleras de casi 8.000 metros (el Everest tiene una altitud de 8.872 m.). Otro hecho sorprendente es que la mayor parte de estas áreas se localizan fundamentalmente en la cara oculta de la Luna, por lo que han quedado en el anonimato hasta que los Apollo orbitaron en torno a ella.

  El segundo acontecimiento importante en que los científicos se fijaron fue en la formación de las cuencas de los mares. Los mares o maria son grandes extensiones planas formadas por lavas basálticas originadas cuando los asteroides bombardearon la superficie lunar. La génesis de estas zonas se puede entender con la ayuda de la figura adjunta.

Cuando un asteroide de proporciones considerables impactó con la superficie lunar, el impacto produjo un gran cráter (posiblemente de centenares de metros) y a la vez alteró la corteza lunar no sólo en torno al cráter sino que además a niveles muy profundos. Esta gran cantidad de energía produjo una fusión parcial de los materiales existentes en el manto lunar y rellenó posteriormente dicho cráter con los basaltos fluidos procedentes de esas áreas profundas.

Estos basaltos marítimos están datados radiométricamente en una edad en torno a los 3.200-3.800 millones de años; como veis existe una importante diferencia de edad entre las tierras altas y estos mares formados en los primeros 1.000 millones de  años lunares.

Finalmente, el último testimonio vivo de la geología lunar lo constituyen los famosos cráteres lunares. Éstos se formaron con posterioridad a los mares y existen gran cantidad de ejemplos que evidencian lo dicho.

Así por ejemplo el cráter Euler, en honor del importante matemático alemán, está ubicado sobre una planicie situada al suroeste del Mare Imbrium. En el centro del cráter existe un pico central formado como consecuencia del rebote del material. En torno al anillo existe una gran cantidad de material eyectado como consecuencia del impacto, el efecto es el mismo que si dejamos caer una gota de agua sobre una superficie arenosa lisa. La arena procedente del impacto rellena la superficie en torno al cráter generado. A esta materia depositada tras el impacto meteórico se le denomina regolito lunar y puede llegar en algunas zonas a superar los tres metros de profundidad.

Concluyendo, diremos que aunque tenemos un conocimiento importante de nuestro satélite todavía desconocemos conceptos básicos que nos ayudarían a entender el pasado de nuestro satélite e incluso de nuestro planeta. Los esfuerzos habría pues que canalizarlos a través de programas de investigación espaciales que obtuvieran in situ datos físicos relativos a su estructura interna. Ello evidentemente obligaría a realizar nuevas misiones a nuestro satélite, pero creo que es el siguiente paso en el conocimiento de nuestro sistema solar.

Considero, y esto es a título personal, que no estaremos suficientemente preparados para abordar una misión a Marte o a otro planeta más lejano si no somos capaces de desarrollar una actividad medianamente compleja en nuestra Luna. Sigamos los consejos de un sabio clásico: “Conócete, acéptate, supérate” y evitaremos las catástrofes técnicas a las que últimamente estamos acostumbrados.