El amanecer de la Astronomía.

Magda López Such.

biocenosis@terra.es

Cuando intento ver el universo tal como lo veía un babilonio en el año 3000 A.C. tengo que retroceder hasta mi infancia.

En los tiempos remotos, cuando todavía no podemos hablar de civilización, el hombre habrá admirado y gozado como nosotros del espectáculo del curso aparente del sol, de la aparición y desaparición de estrellas, de la blancura de la Vía Láctea y de las fases de la luna. Los hombres de la época paleolítica seguramente intentaron determinar la duración de las estaciones, el período de las lunaciones y trazaron la forma de las constelaciones,... fueron los que dieron los primeros pasos en la ciencia que hoy denominamos astronomía.

Posible representacióon de un conteo calendario lunar sobre hueso

 

Por la imposibilidad y dificultad de las comunicaciones, se formaron centros de cultura en diversas regiones de la Tierra, estas culturas se desarrollaban según las condiciones de los diferentes pueblos, tradiciones y costumbres, no tiene por tanto sentido hablar de un origen de la astronomía y menos localizarlo. Más que ninguna otra ciencia, la astronomía se encuentra fuertemente vinculada a la tradición religiosa.

Es imposible imaginar cuáles fueron los primeros intentos por conocer las leyes del movimiento aparente de los astros, en las diversas regiones de la Tierra. En la mayor parte prevaleció la idea de computar el tiempo mediante el período de la revolución lunar, fácilmente determinable por la repetición rápida y regular de las fases. Pero en latitudes altas, más allá del circulo polar, la permanencia del sol sobre el horizonte durante casi seis meses, debió dificultar el cómputo de los meses lunares, así se contaban los años por inviernos, fijando su comienzo a partir de la época en que el sol desaparecía del horizonte sumiéndolos en la larga noche invernal.

En la zona tórrida, el curso aparente del sol es más fácil de comprender, ya que culmina siempre a mediodía a gran altura sobre el horizonte, por otra parte es más difícil establecer, sin observaciones sistemáticas, la duración del año, de tal manera que el cómputo más sencillo era servirse de fenómenos meteorológicos, fijando el tiempo sobre la base de las lluvias periódicas. También en estas regiones la división del tiempo, basada en el curso de la luna es utilizada, se cuenta por lunas y por docenas de lunas, llamadas impropiamente "años". Los árabes fueron los primeros que intentaron relacionar el período lunar con el curso del sol y el ciclo de las estaciones. Se ha descubierto que también en las islas tropicales el tiempo se contaba numerando las lunas, deshaciendo cada luna uno de los treinta nudos hechos en una cuerda.

Representación sobre una roca en Nueva Zelanda, de un calendario lunar

 

En los albores de la astronomía en diversas regiones de la Tierra y en distinta épocas, los pueblos primitivos adoptaron espontáneamente el cómputo del tiempo por los días y meses lunares, definidos por el intervalo entre dos novilunios o plenilunios consecutivos. El tiempo se fijaba con un margen de error de uno o dos días, hasta que nace el problema de establecer un calendario, que coordinara el curso del sol y de la luna. Sin embargo para esto era necesaria una civilización más avanzada, con un conocimiento más o menos preciso del número de días del año solar. Para alcanzar ese conocimiento es necesario observar los fenómenos celestes que dependen del movimiento aparente del sol entre las estrellas, o determinar su posición en el cielo con un indicador de sombras, un Gnomon que sirve para calcular la altura del sol.

Otro método sencillo usado por los pueblos primitivos para establecer el curso de las estaciones y definir un calendario consiste en observar la posición de las estrellas en el cielo un poco antes de la salida y la puesta del sol, es decir lo que se llama "nacimiento heliaco" y "ocaso heliaco". Así se obtuvieron, para todo el curso del año, una serie de puntos de referencia que servían para regular la vida y los trabajos.

Vista de Stonehenge en un día soleado. Una de las interpretaciones que cuenta con el apoyo general es que Stonehenge era un lugar de culto al sol, por lo menos su eje de prolongación por la gran avenida está orientado hacia el punto donde el sol nace el 21 de junio de todos los años. Pero imaginarlo como un observatorio que predice eclipses o que estudia los movimientos del sol y la Luna, como dijo Gerard S. Hawkins, es ir demasiado lejos. Desde luego cuando surgieron todas estas ideas se hacían afirmaciones muy entusiastas no solo con Stonehenge, sino con las Pirámides, con el planeta Marte y con la famosa Atlántida. Aún así, se están retomando estos estudios y existen científicos que afirman que Stonehenge servía para predecir eclipses.

 

También el problema de la orientación, debe haber interesado a los pueblos primitivos y más especialmente a los que por necesidad o situación tenían que navegar. Los puntos cardinales se pudieron determinar fácilmente por el movimiento aparente del sol y las estrellas, la dirección de oriente era, a menudo considerada fundamental, porque por oriente sale el astro que da luz y vida a la Tierra, así esta dirección adquirió un carácter ritual y sagrado en los diversos pueblos. Entre los pueblos itálicos especialmente los etruscos los templos están orientados según la dirección este-oeste. El levante se consideraba la parte anterior del mundo, el poniente la posterior, el mediodía la derecha y el septentrión la izquierda.

La inmovilidad casi total de las constelaciones cercanas al polo y el movimiento de las circumpolares dieron a los pueblos primitivos una forma fácil de orientarse, por ejemplo los fenicios se servían de la Osa Menor, en ese momento muy cercana al polo, para determinar la dirección norte en sus navegaciones breves. Para viajes más largos, se necesitaba algún otro elemento, así los isleños de la Polinesia tuvieron que estudiar con más cuidado la posición de las estrellas y el curso del sol, en vista de la afinidad de lenguas y costumbres debemos suponer que todas las islas esparcidas en aquella extensión oceánica estuvieron en contacto a través de la navegación.

Kudurru SIN-ISHTAR.- Un Kudurru es una estela que se usaba en el período cassita, en el 1600 antes de C. para certificar donaciones de tierras. En este se pueden ver representaciones de Sin (La Luna), Ishtar (Venus) , Shamash (El Sol) y el Escorpión.

 

Surgen así grupos notables de estrellas, que son representados mediante animales u objetos terrestres y que varían mucho de unos pueblos a otros, pero con ciertas analogías, especialmente cuando los elementos son lo suficientemente definidos, como es le caso de la Osa Mayor, Osa Menor, Orión y las Pléyades.

No se tiene noticia de observaciones particulares de los planetas, muy a menudo se menciona Venus considerado como dos astros distintos: Lucifer y Véspero: Pero peruanos y mexicanos ya sabían que se trataba del mismo objeto y los indios del Mar Océano habían advertido que no se alejaba del sol más allá de ciertos límites y, lo consideraban "esposa" de éste.

Desde estos primeros pasos en el estudio del cielo, debido a necesidades vitales o algún fin religioso, quedaba un largo camino hacía el conocimiento, con el transcurso del tiempo la astronomía debía alcanzar en estos pueblos una importancia cada vez mayor y la consistencia de una verdadera disciplina, tanto en el campo de la ciencia pura como en el de la aplicada.

Tablas de Mul-Apin. Primer catálogo escrito de estrellas, que data del período asirio, aproximadamente desde el 883 al 612 a C.

 

Hace unos seis mil años, cuando la mente humana se hallaba aún medio dormida, los sacerdotes caldeos permanecían despiertos en sus torres de vigilancia, donde observaban las estrellas, trazaban mapas y tablas horarias de sus movimientos. Tabletas de arcilla que datan del reinado de Sargón de Acad, por el año 3.800 A.C., muestran una tradición astronómica establecida de tiempo atrás. Las tablas horarias se convirtieron en calendarios que regulaban la actividad organizada desde el crecimiento de las cosechas hasta las ceremonias religiosas.

Sus observaciones resultaron muy precisas: calcularon la longitud del año con una desviación de menos de menos de una milésima. Su ciencia era exacta, sus observaciones al ser verificables les permitían hacer predicciones de acontecimientos astronómicos, aunque basada en suposiciones mitológicas, la teoría "funcionaba". Así en el inicio de este largo viaje, la ciencia emerge en forma de Jano, el dios de doble rostro, guardián de las puertas: el rostro delantero se muestra alerta y observador, mientras el otro soñador de ojos vidriosos, mira en dirección opuesta.

Jano, el dios de las dos caras cuidador del universo.

 

Los objetos más fascinantes del cielo eran los planetas, o estrellas errantes. Sólo había siete entre los miles de luces suspendidas en el cielo: Sol, Luna, Nebo (Mercurio), Istar (Venus), Jergal (Marte), Marduk (Júpiter) y Ninib (saturno). Todas las demás estrellas permanecían estacionarias, pero las estrellas errantes se movían en un estrecho sendero, un cinturón: el zodíaco, dividido en doce secciones, el paso de un planeta por una de las secciones tenía un doble significado: proporcionaba cifras para las tablas horarias del observador y mensajes simbólicos del drama mitológico que se representaba entre bastidores. Astrología y astronomía eran campos complementarios para el dios Jano.

Bibliografía:

Michael Seeds. Fundamentos de astronomía. Ed. Omega. Barcelona 1989.
Arthur Koestler. Los sonámbulos I. Ed. Salvat. Barcelona1987.
J.L. Comellas. El universo. Ed. Salvat. Barcelona 1990.
L.Osuna y otros. Astronomía. Ed. Aguaclara. Alicante 1998.
Giorgio Abetti. Historia de la astronomía. Ed. Fondo de cultura económica. México 1980.

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