La Luna nunca rompe aguas
Per Josep Emili Arias
bella_trix@vodafone.es
La paranoia
de algunas seudociencias afirma la siguiente falacia: Si nuestro satélite,
la Luna, ejerce tan magnos efectos de gravedad sobre las masas oceánicas
(mareas) y nuestros cuerpos están compuestos en un 75% de agua, analógicamente
¿cómo no va a afectarnos también a nosotros?. En primer lugar,
una analogía no es garantía de razón. Desde tiempos ancestrales
el saber popular viene relacionando el incremento de tasa de partos, la fertilidad
femenina y las alteraciones en la conducta humana (no olvidemos al hombre-lobo)
con la que es la fase lunar por excelencia, el plenilunio. Los humanos tenemos
predisposición a crear mitos, nos gusta más la fascinación
y el asombro que el propio razonamiento. Estos mitos de la fecundidad femenina
y los partos tienen su origen en que el ciclo menstrual de la mujer coincide aproximadamente
con el periodo lunar de translación alrededor de la Tierra y con su ciclo
sinódico de fases (29,5 días). Pero precisemos no todas las mujeres
del planeta ovulan y menstrúan en la misma fase lunar. La Luna ni rige
ni regula el ciclo sexual o menstrual de la mujer. Aún tomando, y sólo
como hipótesis, que existiera un vínculo entre el ciclo sexual de
la mujer y el ciclo lunar cabe preguntarse, en opinión del biorritmólogo
norteamericano A. Solberger, ¿por qué este determinado vínculo
astronómico sólo se ha dado en la mujer y no en el resto de mamíferos
hembra?. Citemos que el ciclo sexual del perro dura 180 días, en el chimpancé
36, en el macaco 27, en la vaca 25, en el cerdo 21, en la oveja 16, en el conejo
de Indias 15 y la rata 6 días. Por tanto, no es de extrañar que
de toda esta diversidad de ciclos sexuales en los mamíferos algún
ciclo, de ellos, coincida con el ciclo lunar.
La gravedad no impulsa partos
La
Luna, llamada por los griegos Selena, manifiesta su influjo por medio de sólo
dos efectos: la gravedad lunar, capaz de deformar la hidrosfera de la Tierra,
las mareas; y el efecto lumínico de reflexión de luz solar que con
su tenue actividad fotoperiódica se relaciona con algunos aspectos de la
agricultura y con los ciclos reproductivos de algunos organismos marinos. Es verdad
que durante las dos posiciones de plenilunio y novilunio es cuando se producen
las mareas vivas, máximas subida de marlaea oceánica, como consecuencia
de los tirones gravitatorios que ejercen la Luna y el Sol en ambas situaciones
de alineamiento. Cabria entonces preguntarse, ¿por qué la fase novilunio,
con idéntico influjo de gravedad, carece de efectos mitológicos?.
Al plenilunio se le achaca todo, que si se producen mayores porcentajes de hemorragias
durante y post las intervenciones quirúrgicas, que si existe una mayor
predisposición a sufrir cortes en el afeitado.... . En fin empecemos por
formular y administrar la Ley de Gravitación Universal de Newton pues los
futurólogos desconocen que al decrecer considerablemente un numerador de
las dos masas, donde el producto de éstas hace disminuir considerablemente
la fuerza deformadora con que se manifiesta la gravedad y, más, en razón
inversa al cuadrado de la distancia. De ahí, que advirtamos tan exageradamente
el efecto marea en la masa oceánica y tan insignificante se manifieste
en los lagos, por no mencionar el nulo efecto en el agua de nuestra bañera.
Por tal razón, el feto y la gestante, de recibir algún tipo de impulso,
esta minúscula fuerza surgiría de la masa comadrona pero no de la
masa satélite. Esta ley de gravitación no es una teoría sino
un hecho empírico que evidencia que ni el feto ni el liquido amniótico
experimentan ningún tipo de presión o tirón gravitatorio
que estimulado por cualquier cambio de fase lunar pudiera acelerar e incrementar
los partos naturales. Otra cosa es que las comadronas y/o sanitarios, crédulos
en este mito, recuerden con más entusiasmo los partos en plenilunio que
los que se dan en otro periodo lunar. Tan fácil como ver cualquier estadística
con extensa muestra temporal donde los picos máximos de partos resultan
totalmente aleatorios al ciclo lunar.
¿Sufrimos marea neurótica?
Hay muchas anécdotas, pero no suficientes evidencias que puedan relacionar el ciclo lunar con alteraciones en los niveles de las sustancias neuroquímicas implicadas en el estrés y la agresión (cortisol, vasopresina, serotonina, epinefrina, testosterona, melatonina,...) las cuales pudieran inducir a disfunciones psicológicas como homicidios, suicidios, accidentes. La psiquiatría forense sigue sin reconocer ninguna estadística que correlacione el efecto Luna con la conducta delictiva. A efectos judiciales la Luna sigue sin poder eximir ni un solo día de cárcel. Ninguna investigación clínica ha podido resolver una correlación entre los llamados ritmos circadianos (ciclo diario) de las hormonas del estrés con los ciclos lunares. Comparto la opinión de James Rotton psicólogo de la Universidad Internacional De la Florida (Miami), "Un hecho que confirma que tampoco sufrimos ningún tipo de marea biológica por influjo lunar es que en nuestro mundo desarrollado todos los días los médicos están enviando muestras de sangre y orina para que sean analizadas en los laboratorios y en donde a estos valores analíticos (incluyendo los anómalos) nunca se les aplica ningún modelo correctivo en función de la fecha de extracción y la fase lunar"
Las mareas y El Niño
Saliéndonos
ya del tema, recientes estudios de Ana Ulla, de la Universidad de Vigo, junto
a Peter Thejll, del Instituto Danés de Meteorología, relacionan
la mecánica de los desplazamientos del pico de marea con la fenomenológica
climática del Niño (o Oscilación Climática del Atlántico
Norte). La Luna no conserva siempre la misma declinación (posición
en la latitud celeste) sino que ésta varia con el ciclo de regresión
de la línea de los nodos, un ciclo de 18,6 años. Cuando la Luna
alcanza su declinación máxima (lunasticios mayores) toma un valor
cercano a los 28,5º, mientras que su declinación mínima (lunasticios
menores) su valor es de 18,5º. Lo cual supone que los valores extremos de
la declinación de la Luna sufran una variación de 10º, que
a su vez conlleva que las posiciones de los picos de marea en el interior de un
determinado mar u océano pueda variar hasta 10º de latitud en un periodo
cíclico de 18,6 años. Así, si en un momento determinado el
pico de marea se sitúa a la latitud de Canarias, 9'3 años más
tarde, éste se situará a la latitud de Cabo Verde, 10º hacia
el sur. Estas variaciones implican que en toda la extensión del Mar Caribe
(lugar de origen de la importantísima Corriente del Golfo y favorecedor
de un clima benigno en las latitudes de Escocia y Noruega) desde la ribera norte
de Nueva Orleáns y hasta Jamaica, se altere el régimen de mareas
locales, éstas a su vez el de las corrientes de superficie y, finalmente,
el de las corrientes oceánicas que son las que afectan al clima. Es decir,
toda una crisis climática global que repercute en lo que se ha venido definiendo
como el fenómeno climático del Niño para el Atlántico
Norte. Algunos expertos del clima, como Randall Ceverny y John Shaffer, de la
Universidad de Arizona, también dan como posible esta correlación
de los desplazamientos del pico de marea con las variables que determinan esta
fenomenología del clima mundial.
Cibergrafía:
www.fisica.edu.uy/astronomia/lared/articulos/
www.ciencias.uma.es/publicaciones/encuentros/ENCUENTROS68/partos.htm
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